miércoles, 30 de noviembre de 2011

Réquiem a una mascota...

En el momento de escribir esto él ya estará en el cielo... La serie lo decía: todos ellos van al cielo... Las lágrimas de una Princesa en la tierra hacen que los dedos se muevan sobre el teclado ante la pérdida que indefectiblemente causa tristeza. Porque era alegre siempre, porque personificaba la nobleza y la ternura en un ser vivo que no todos valoran como debiera ser.

Él lucho hasta el último momento, pero el destino le tenía preparado el viaje final: aquel que todos emprenderemos algún día. Su compañía hizo feliz a toda una familia y se extendió hacia los demás que circundaban a esa parentela de personas indulgentes. Sus ladridos sonarán como una oda en las estrellas adonde ha regresado. Sus suspiros ya no estarán para convertirse en brisa que acaricia nuestros rostros, que orla nuestro pies mostrándonos cuán maravillosos somos. Porque él lo era. Criatura de Dios que acompañó tantos días de nuestra humilde existencia.

Sus jadeos acabaron siendo tan joven, tan lleno de vida... tan juguetón... Sus aullidos se oyen ya solamente en el recuerdo porque la infame muerte se lo ha llevado, aunque ¿Acaso haya sido infame para él si lidiaba con tanto dolor? La pregunta flota en el aire en donde ya no lo sentimos. Su presencia se ha esfumado en calma. Su ausencia duele sin darnos cuenta a veces...

Y la Princesa divina del imperio azul, al decir del magnánimo Rubén Darío, ha derramado gruesas gotas de sus ojos ¿Qué son? Son el agradecimiento al trato recibido, son la manifestación de un amor que le tenía, son la inexorable reacción de la impotencia...

Él nos ha dejado ante la irremediable visita del deceso inesperado. Su huella queda impregnada en la memoria de cada uno de nosotros. Cada caricia efusiva se quiebra ante la pequeñez de la vida que lo envolvió y todos se preguntan por qué ha sido tan pasajero su andar sobre este mundo... Tal vez fue recogido para salvarlo de las crueldades que podrían esperarlo. Y bastante ha soportado el dolor como si fuera un héroe: aferrándose a cada retazo de luz sobre el orbe humano.

Se apegó a la vida lo más que pudo, pero ya fue suficiente. Y se lo han llevado. Parcas insensibles ante el sufrimiento mortal. Lo han despojado de las personas que tan tiernamente lo han acogido.

Ahora nos queda lamentar su partida y agradecer su compañía, sabemos que su marca canina y celestial no nos dejará jamás. Gracias Maxi.

Tu familia se despide en la congoja que produce toda partida pero con la esperanza que rodea cada marcha: hay un lugar mejor que nos espera.


Escrito por, Adrián Cáceres en memoria de Maximu.











 
Dejando huellitas... 
Video realizado por Sandra Taboada.


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